Empieza una nueva etapa; después de tres meses de readaptación, he decidido volver a retomar mi blog, aunque ya no esté en Rumania, desde este Sudeste de Madrid en el que habito, y desde el cual sigo mirando el mundo que me rodea con bastante perplejidad y cierta dosis de cabreo.
Así como tantas otras veces antes en mi vida, medito unos meses, me reorganizo, me recoloco, guardo los recuerdos que merecen ser guardados y agradezco al mundo que siga girando. Y, subida a esa rosa de los vientos en la que me colgó acertadamente Blanca Gómez, sigo mirando y opinando, espectador participante, para todos aquellos que están lejos.
Aquellos que están lejos... Algunos tan condenadamente lejos.
Como Edu, sincero (sincerísimo) y parco en cumplidos, al que le gustaba mi forma de escribir. Un grandísimo honor para mí. Edu, que comprendió pronto que la vida no debe ser un valle de lágrimas, sino un juego y una fiesta, y supo poner sus propias reglas a la partida que le tocó vivir.
Recordaré los buenos consejos que me dio durante este último año en los momentos más duros de mi experiencia rumana (qué bendición es a veces ese Messenger tan denostado). Porque la vida no hay que tomarla con filosofía: hay que tomarla con humor. Con humor, pero por los cuernos. No lo olvidaré.
Echaré de menos su presencia intermitente en mi vida, y echaré de menos también sus ausencias, su vida paralela a la mía, sus alegrías y sus fracasos.
Edu, el hombre Martini de nuestros veinte años, de sonrisa irónica y lengua afilada, testarudo y voluble, perezoso y esforzado. Lástima que sus pulmones no estuvieran a la altura de su corazón ni de su espíritu.
... Y el mundo sigue girando. Pero más lento.
Así como tantas otras veces antes en mi vida, medito unos meses, me reorganizo, me recoloco, guardo los recuerdos que merecen ser guardados y agradezco al mundo que siga girando. Y, subida a esa rosa de los vientos en la que me colgó acertadamente Blanca Gómez, sigo mirando y opinando, espectador participante, para todos aquellos que están lejos.
Aquellos que están lejos... Algunos tan condenadamente lejos.
Como Edu, sincero (sincerísimo) y parco en cumplidos, al que le gustaba mi forma de escribir. Un grandísimo honor para mí. Edu, que comprendió pronto que la vida no debe ser un valle de lágrimas, sino un juego y una fiesta, y supo poner sus propias reglas a la partida que le tocó vivir.
Recordaré los buenos consejos que me dio durante este último año en los momentos más duros de mi experiencia rumana (qué bendición es a veces ese Messenger tan denostado). Porque la vida no hay que tomarla con filosofía: hay que tomarla con humor. Con humor, pero por los cuernos. No lo olvidaré.
Echaré de menos su presencia intermitente en mi vida, y echaré de menos también sus ausencias, su vida paralela a la mía, sus alegrías y sus fracasos.
Edu, el hombre Martini de nuestros veinte años, de sonrisa irónica y lengua afilada, testarudo y voluble, perezoso y esforzado. Lástima que sus pulmones no estuvieran a la altura de su corazón ni de su espíritu.
... Y el mundo sigue girando. Pero más lento.
1 comentario:
No se si he comprendido bien, pero me he quedado con algo..tomar la vida por los cuernos...
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